
Te adoré, me incliné ante ti, me mostraste tu luz y me brindaste tu calor; sin embargo, te marchaste dejándome en la helada penumbra de tu ausencia.
Me substituiste por aquello incapaz de amarte; me arrojaste de tu presencia obligándome a formar parte de esa densa naturaleza.
Es aquí, en este noveno círculo de la desolación y la desesperanza en donde la pérdida de sentido y propósito de la existencia da vuelta al universo y se comprende que quizá para subir, haya que seguir bajando.
Morpheus Amorfo